La verdad es que no doy crédito. Se
supone que vivimos en la era de los avances científicos, de los
tratamientos basados en la evidencia, la era de la información. Los
científicos están descifrando el genoma humano, son capaces de replicar
seres vivos, regenerar tejidos, e interferir químicamente con miles de
procesos biológicos. Y sin embargo, muchas de las recomendaciones
sanitarias obtienen, por parte de ciertos colectivos, sólidas
oposiciones supuestamente igual de fundamentadas. Yo diría que vivo en
la Era de mi Estupefacción ¿Cómo separar el polvo de la paja? ¿Podemos
fiarnos de las recomendaciones provenientes de los grandes organismos o
estarán por el contrario gravemente influenciadas por temas económicos e
intereses comerciales?
Me parece justo comenzar una serie de
artículos de opinión, en los que expresar mi desconcierto y, con toda
seguridad, el de muchas otras personas. En esta entrega: EL CONSUMO DE
SAL.
Nota previa:
A la hora de leer el artículo, es importante tener presente que el
contenido es reflejo de mis dudas personales, en calidad de consumidora
general, y no fruto de un análisis profesional o experto.
¿Por qué escribo esto?
Llevo unos meses reflexionando sobre mi
modo de alimentación. Es un tema recurrente en mi vida. No me cabe duda
de que, en gran parte, somos lo que comemos, y que lo que comemos
facilita o entorpece la función de nuestro organismo por mantenerse
sosteniblemente sano. Tengo una de esas noches de insomnio (poco
habituales, por suerte), y navegando por internet he visto una
recomendación de la OMS para reducir el consumo de sal. Sé que no es el
tema de moda, y que más bien llevamos años con ello a nuestras espaldas
pero, fíjate, porque sí hay novedades.
¿Cuál es la recomendación “oficial”?
Por si quieres descifrar las etiquetas nutricionales de los productos que compras:
Cantidad de sodio (g) x 2,5 = Cantidad de sal (g)
¿Por qué se recomienda tomar menos sal y más potasio?
El motivo principal para recomendar una
reducción en la ingesta de sal y un aumento de la ingesta de potasio es
controlar la hipertensión arterial. Según una web consultada, y que
puedes consultar directamente aquí,
“… el exceso de sal… incrementa la presión arterial causando
aproximadamente el 30% de hipertensión, representa un posible
carcinógeno para el cáncer gástrico y está asociada con la insuficiencia
renal y la osteoporosis”. “La presión arterial alta contribuye en al
menos el 40% de todas las enfermedades del corazón y accidentes cerebro
vasculares….”.
Esto probablemente lo sabías, pero quizá
no tengas tan clara la acción del potasio. Este último es el tercer
mineral más significativo para el cuerpo humano, después del calcio y el
fósforo. Si eres un profesional del mundo del ejercicio, seguro que has
oído hablar del potasio como importante componente para la correcta
contracción de los músculos. Pues hasta ahí estás en lo cierto (¿has
caído en que el corazón está compuesto por músculo?) , pero en cuanto a
lo que hoy nos atañe, parece que el potasio ayuda a mantener la presión
normal en el interior de las células, porque regula el balance de agua y
ayuda a la eliminación de los excesos de sal.
Alimentos adecuados para
aumentar la ingesta de potasio.
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Alimentos a evitar para
conseguir reducir la ingesta diaria de sodio
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· Agua de coco
· Zumos (zanahoria, naranja, ciruela, tomate)
· Vegetales verdes
· Patatas y boniatos con piel
· Yogur
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· Salsa de soja
· Frutos secos procesados
· Todas las comidas procesadas
· Salsas
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Y si todo está tan claro… ¿qué es lo que defienden los detractores de estas medidas?
Lo que se opina, generalmente, en los
ámbitos en que se discrepa sobre las recomendaciones “oficiales” es que
reducir el consumo de sodio no tiene un efecto duradero sobre la presión
arterial, sino que sólo provoca un efecto inmediato y transitorio.
(Atención que hablamos de personas en correcto estado de salud, sin
deficiencias renales ni hipersensibilidad al sodio). Se insiste en que
la hipertensión viene normalmente provocada por otros motivos, y que
pretender combatirla regulando la ingesta de sal es como combatir un oso
con un palo de goma. Mencionan estudios científicos en los que la
reducción de sal disminuyó la tensión arterial en el 30% de los sujetos
evaluados, pero la aumentó en otro 20% (y yo deduzco que al otro 50% no
les produjo efecto), y que además, la bajada es insignificante en
cualquier caso (3-4 mm hg).
Argumentan también que, en uno de los
entornos donde la tensión arterial se monitoriza de cerca –los
hospitales-, los pacientes reciben sueros salinos que pueden aportarles
27 g al día, más lo que ingieran comiendo, y la tensión no se les
dispara.
En cuanto al sistema natural con el que
cuenta el cuerpo humano para regular las descompensaciones de sodio
(sistema Renina-Angiotensina-Aldosterona), los detractores de una baja
ingesta de sodio argumentan que sobredepender de este sistema activo de
auto-regulación causa un desgaste de las paredes epiteliales de los
vasos sanguíneos, disminuye su flexibilidad y expone a la persona a un
mayor riesgo cardiovascular. Y más allá de eso, según ellos ingerir poca
sal puede tener otra serie de efectos indeseados, como un mayor riesgo
de resistencia a la insulina (diabetes) y aumento del colesterol LDL
(riesgo cardíaco).
¿Parecen los anteriores motivos suficientes para tener dudas acerca de los que nos recomiendan?
¿Estamos dando palos de ciego hacia el cuidado de nuestra salud?
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